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Antibióticos: mitos y verdades

Los antibióticos son uno de los medicamentos que más se utilizan diariamente. ¿Cuáles son los mitos y verdades acerca de estos remedios tan controvertidos?

Los antibióticos son sustancias químicas que, en pequeñas dosis, ayudan a destruir los gérmenes sin afectar a las células. En algunos casos, lo hacen a través de “perforaciones” en la membrana que los recubre, facilitando la entrada de agua y el estallido microbiano. En otros, impiden que los gérmenes se multipliquen, dejando que los anticuerpos terminen con ellos.
 

¿Es necesario tomarlos cada ocho horas?


Los antibióticos actúan cuando alcanzan una determinada concentración en el organismo, que ocurre, por lo general, a la hora y media o dos horas de su administración. Posteriormente, esa concentración comienza a descender, y hay que elevarla para garantizar su eficacia. Tanto la dosis correcta, como el lapso de tiempo necesario entre las tomas y la cantidad de días de toma del antibiótico están comprobados científicamente.

Al retrasar la toma, se le da a los gérmenes la oportunidad de reproducirse, y al acortar el tratamiento a menos días de lo estipulado, las bacterias pueden hacerse resistentes. Por estas razones, ambas conductas llevan a fracasos terapéuticos, provocando la consiguiente recaída.

 

Mitos y verdades 


“Es cierto que”:

  • Están indicados exclusivamente en las infecciones bacterianas (otitis, infección urinaria, neumonía, absceso, algunas anginas, etc.). En los procesos de origen viral no cumplen ninguna función porque estos se curan solos.
  • Cada tipo de infección requiere un antibiótico determinado y no otro. Si bien existen los de “amplio espectro”, que son efectivos para cualquier clase de gérmenes, los médicos tratan de elegir el medicamento más específico para cada caso.
  • Al tomar antibióticos se altera la flora bacteriana. En la garganta, en el intestino, en la piel y en otras zonas del organismo existen gérmenes que cumplen funciones relacionadas con la salud. En presencia de antibióticos, son reemplazados por otros que pueden ser resistentes a aquellos fármacos, o por hongos.

“No es cierto que”:

  • Bajan las defensas y debilitan al organismo: esto sucedía con algunos antibióticos ya en desuso, como el Cloranfenicol, que inhibía la producción de glóbulos rojos, blancos y plaquetas.
  • Manchan los dientes y los huesos: también sucedía con remedios que ya no se utilizan, como la Tetraciclina. 
  • Comúnmente producen efectos adversos: son muy poco frecuentes y casi siempre digestivos, como náuseas, algún vómito y/o diarrea.
  • Suelen dar reacciones alérgicas: son infrecuentes y pueden ser ocasionales, es decir que ocurren una vez y no se vuelven a repetir más.
  • No hay que tomarlos con el estómago vacío: todo lo contrario. La mayoría de ellos se absorbe en ausencia de alimentos, que interfieren su asimilación.

Los antibióticos son una herramienta muy útil para el manejo de muchas de las enfermedades si son utilizados con un criterio racional basado en el conocimiento científico y en la historia particular de cada niño y/o adulto.

Asesoró: Pediatría Palermo y vacunatorio Inmunitas

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