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Aprender a tocar un instrumento: ¿a qué edad pueden empezar los chicos?

¿Cuál es el mejor instrumento para empezar a aprender? ¿Cómo cultivar el amor por la música en nuestros hijos? ¿A qué edad pueden empezar a tocar un instrumento?

¿A qué edad se puede empezar a tocar un instrumento?
Si hablamos de un aprendizaje “formal”, alrededor de los 5 o 6 años hay instrumentos que ya pueden comenzar a estudiarse. Además, así como para leer y escribir, a esta edad los niños están más capacitados para comprender ciertos códigos o lenguajes musicales.

Sin embargo, es muy bueno que el contacto con los instrumentos empiece desde mucho antes y a modo de juego. En casa o en el jardín, con instrumentos sencillos como los de percusión (tambores, panderetas, xilofones, maracas, etc.), podemos ir introduciéndolos desde bebés en este mundo, donde la edad es lo que menos importa.

¿Cuál es el mejor instrumento para empezar?
Esto es muy relativo, ya que si bien hay instrumentos que pueden considerarse “ideales” para comenzar a aprender, como el piano, donde el sonido ya “viene hecho”, lo mejor es permitir que el niño elija.

Por supuesto que hay instrumentos que demandan una mayor motricidad fina o desarrollo físico, pero muchas veces la elección depende del contexto en el que crece el chico y los estímulos que recibe. Por ejemplo, el violín puede ser considerado un instrumento muy complicado para empezar, pero un niño que escucha a su abuelo tocar el violín, tal vez elija este instrumento con una motivación extra que lo ayuda a superar las dificultades que representa.

¿Cómo cultivar el amor por la música?
Si los padres disfrutan de la música, seguramente a los hijos les va a pasar algo similar.

Escuchar música juntos de todo tipo (no hace falta que sea solo “infantil”), ir a recitales o conciertos, al teatro, etc. es una manera de que vaya familiarizándose con los distintos instrumentos que existen, que vaya probando y que pueda elegir entre ellos.

Y no solo se trata de que aprenda a tocar, sino de algo más trascendental: cuando le cantamos a nuestro hijo o compartimos música con él, estamos dándole una herramienta maravillosa e infinita, porque la música es capaz de expresar y despertar emociones, sentimientos y sensaciones en los que las palabras tal vez se quedan chicas.

Para aprovechar este maravilloso recurso al máximo, además de poner música “de fondo” o cantarle, también es bueno crear espacios donde la música sea la protagonista. Por ejemplo, imaginando juntos una historia a partir de los sonidos que se escuchan: “Uy, mirá cómo suena esta melodía, parece que se están divirtiendo, y acá que están corriendo, y acá que están asustados”. O preguntándole cómo tocaría un instrumento para mostrar que está enojado, que está contento o que está apurado, o cómo sonaría la música cuando un león está caminando por la selva… Es decir, vinculando la música con situaciones y sensaciones de la vida, más allá de las canciones.

De esta manera, además de lograr que “le guste” la música, estaremos ofreciéndole la posibilidad de expresarse de una manera muy creativa, amplia y enriquecedora.

¿Qué NO deberíamos hacer los padres en relación al aprendizaje de un instrumento?
Todo lo que se aprende jugando, se incorpora y se disfruta, pero si en este aprendizaje depositamos nuestras propias expectativas y frustraciones y estimulamos al niño por el solo deseo de que sea un “músico prodigio”,  lo único que lograremos es limitarlo e, incluso, generarle cierto rechazo.

Lo más maravilloso de darle la posibilidad de aprender un instrumento a nuestro hijo es que estaremos regalándole algo único: la certeza de que nunca se sentirá solo, porque la música lo va a acompañar siempre, aún siendo un músico amateur. No desaprovechemos esta oportunidad.

 

Asesoró: Lic. Alejandra Libenson, psicóloga y psicopedagoga;
Sergio Feferovich, músico, compositor, director de coros y orquestas.

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