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El amigo imaginario

Si tu hijo preescolar tiene un amigo imaginario, no te asustes, es absolutamente normal y prestarle atención te permitirá conocer más al niño y saber qué situaciones le preocupan o lo angustian.

El llamado “amigo imaginario” aparece entre los 2 y los 6 años, etapa en la cual predomina el pensamiento mágico (los chicos le dan certeza a lo que piensan, lo que piensan “es”) y puede tratarse tanto de un ente (por lo general otro niño) que sólo él “ve” o de algún animal u objeto inanimado al que el niño le atribuye vida o distintas capacidades. Así, le adjudican a juguetes o mascotas fortalezas exageradas para la capacidad intrínseca que realmente tiene ese elemento. Por ejemplo, un perro que puede volar.

La función de estos elementos es la proyección de ideas, angustias, temores y distintos sentimientos de los niños: proyectan en su amigo imaginario situaciones que les es difícil elaborar. Esto es normal y útil, tanto para el niño, que va elaborando las situaciones, como para los padres, que pueden conocerlo mejor.

El amigo imaginario es normal en función de la intensidad y de la frecuencia en que aparece en relación a la posibilidad de vincularse con amigos reales: si surge en un contexto en el que el niño está conectado con pares o con adultos con juegos e interesas acordes con la edad, no pasa de ser una característica etaria que se superará sola.

Ahora, si el juego con el amigo imaginario no deja lugar a otros intereses o dificulta la conexión de los chicos con personas y actividades del “mundo real”, habría que consultar con el pediatra. También habría que hacer una consulta si este juego se prolonga más allá de los seis años, porque podría estar mostrando una falla en la diferenciación entre fantasía y realidad.

Si las etapas lúdicas se van cumpliendo en relación a la edad, a los 2 años se observa el juego junto a otros niños pero no “con” otros niños (juego paralelo), a los 3 los juegos de persecución y a los 6 llegan a los juegos reglados, no habría de qué preocuparse.

El rol de los padres


El hecho de que los padres participen del vínculo con el amigo imaginario les da la posibilidad de comprender las angustias y los temores de su hijo, para poder retomarlos en un marco de realidad.

Los adultos deben acompañar el juego (no negar la existencia del amigo imaginario) pero sin perder el principio de realidad (no “hablar” con él como si también lo vieran, por ejemplo) y sin estimularlo especialmente.


Asesoró Licenciada Laura Peña, psicóloga del Colegio Integral Caballito

Niños Crianza y familia Psicología del niño y la familia