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El humor en las relaciones familiares

El cansancio y las obligaciones hacen, muchas veces, que al llegar a casa después del trabajo los adultos se den permiso para manifestar su agotamiento... a costas de su familia. Aquí, una receta para mejorar el clima con una cuota de buen humor

Razones para estar enojados y con “cara de perro” hay muchas, y cuando en una casa hay chicos que hacen cosas de chicos, si no se le pone un freno, el mal humor se adueña del clima y la familia entra en alerta meteorológico.

Teniendo en cuenta que la vida cotidiana hace que el tiempo para compartir en familia sea un bien más que escaso, desperdiciarlo a los gritos y poniendo malas caras no parece ser la opción más inteligente.

 

En el libro “Familia: conflictos y desafíos. Manual de Prevención y Orientación familiar”, que pertenece al Centro de Estudios y Orientación Familiar (Ceof) y que publicó Editorial Espacio, hay una serie de textos compilados por Carlos Eroles que invitan a reflexionar y que definen al humor como “una mirada sobre la realidad y un lenguaje que requiere aprendizaje y que se facilita con el propio testimonio”.

 

Según los autores, cuando una familia, de la mano de uno de sus miembros, aprende a reírse de sí misma, posibilita una mejor calidad de vida porque: 

  • El humor disminuye tensiones y permite abordar los conflictos con mejor ánimo.
  • Favorece los cambios de actitudes y facilita el diálogo.
  • Promueve la buena salud (los buenos “humores”).
  • Ayuda a cada miembro de la familia a mostrarse tal cual es.

 Y el esfuerzo que los adultos pueden hacer en otras situaciones, es bueno que puedan aplicarlo a puertas cerradas: por ejemplo, si un invitado vuelca la copa de vino, se hace un chiste. Si un hijo vuelca la leche, se hace un escándalo. ¿Por qué no poner en juego los mismos mecanismos?

 

Y esto no significa “tomar a risa” cuestiones que haya que señalarles a los chicos en función de su educación, o reírse de cualquier cosa sin razón, sino tratar de darle a las cosas su verdadera dimensión, sin caer en dramatismos inútiles.

 

Agregar el ingrediente “humor” a la vida en familia supone comenzar por aplicarlo a uno mismo: “El primero y principal humor es el que nos debemos a nosotros mismos. Si sabemos reírnos de nuestras propias formalidades y defectos, podremos ejercer el humor con el otro, con una actitud amorosa, exenta de ironía (en cuyo fondo está el odio)”, dice entre las páginas del libro de Eroles.

 

Así se habrá dado el primer paso para mirar las situaciones cotidianas desde otra óptica y se despejará el clima familiar, que es fundamental para el desarrollo de la vida en común.

 

“Los seres humanos somos seres lúdicos, estamos naturalmente predispuestos para el juego, el goce y el disfrute, que no son para nada incompatibles con la condición de adultos” –dice el texto- y asegura que vivir con alegría contribuye al encuentro y es la mejor receta para lograr ese bien tan difícil que es el diálogo en la pareja y en la familia.

 

Niños Psicología del niño y la familia