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La sexualidad después de la llegada de los hijos

El sexo pasa a segundo plano con la llegada del bebé y esto puede ser muy difícil de comprender, sobre todo para el hombre. Reencontrarse sexualmente desde otro lugar es una manera de ayudar a que las cosas vuelvan a funcionar.

Con la llegada de un bebé, en la pareja comienza a haber menos tiempo, contacto, sueño, dinero, libertad, intimidad, disponibilidad, porque la mirada cambió de eje, hacia el bebé que lo necesita. Y todo aquello que eleva la sensualidad y la sexualidad es lo que atenta con la estabilidad que se necesita cuando llegan los hijos.

Con la maternidad y la paternidad, la pareja o las personas incursionan en las rutinas y en la estabilidad, empiezan a pensar en proyectos a largo plazo y lo que más desean es tener el control, anotar, guardar recetas, y ese caos que trae un niño puede resultar atemorizante. Por el contrario, para su desarrollo, el sexo necesita de improvisación, inestabilidad, creatividad y riesgo.

¿Qué pasa con la mujer y su sexualidad?


La sexualidad de la mujer es una totalidad cíclica que empieza en el acto sexual, sigue con el embarazo, el parto y la lactancia. Una mujer lactando está teniendo experiencias sensuales-sexuales con su hijo. Es así de manera fisiológica, no se trata de patologías ni actos perversos.

En el acto sexual, el parto y la lactancia, intervienen las mismas hormonas, y se trata de un paralelismo físico-emocional. Para lograr la supervivencia el niño tiene que enamorar a su madre y garantizarse su atención exclusiva.

La naturaleza programó el periodo de apego y lactancia también como método anticonceptivo para que cada hijo tenga su momento de mamá exclusiva. Toda la libido esta puesta en la lactancia y en el cuidado del niño, tanto es así que la madre siente que no tiene resto energético para el sexo, en realidad para nada, y menos aún para tener relaciones. Subestima el reclamo del hombre como un capricho infantil y se siente madre de dos "sindicalistas" de teta y sexo.

La sensación que la domina es de fragmentación, pero aún así, la madre necesita el encuentro amoroso con el varón, necesita sentirse mimada, acariciada y querida. En realidad toda familia necesita que los padres en cuestión tengan encuentros amorosos, porque así se re-equilibra la energía del hogar.

Reorganizar la sexualidad con su pareja hacia un lugar más amoroso y romántico que pasional es lo que la madre necesita, y puede suceder que algunas mujeres teman expresar sus nuevos deseos sexuales, porque a veces son abismalmente diferentes a lo que eran previo a la nacimiento.

¿Qué pasa con el hombre y su sexualidad ante la llegada del bebé?


El hombre siente toda la pérdida de atención y mirada en el espacio sexual perdido. Siente que si queda media hora libre, la mujer parece preferir ordenar y limpiar que hacer el amor. Se trata de la misma necesidad de obtener un poco de control y no soltarse a nada que signifique el crecimiento del caos.

El problema es que para muchos hombres el sexo es la manera de conseguir intimidad y comunicación con su pareja, es la manera de vivir algo juntos, es su manera de ponerse disponible para ella y de sentirse hombre, útil, valorizado. El hombre tiene sexo para luego fortalecerse en el compromiso con su mujer; la mujer, al revés, primero necesita intimidad y sentirse amada, para luego desear tener sexo. Ella necesita mimos y amor auténtico para permitirse la vulnerabilidad del descontrol.

¿Cómo reencontrarse sexualmente?


Por lo general, en estas circunstancias el hombre se acerca, ella lo rechaza y lo iguala a la demanda del bebé, él se retrae, ella se siente sola y reconfirma que no le gusta el sexo. Es un circuito que se repite, tal vez por falta de comunicación o de conocimiento de lo que significa el sexo para el otro.

Si el hombre pudiera ofrecer un reencuentro emocional y corporal y no puramente genital, y si ella pudiera evitar negarse rotundamente al pedido, e intentar un juego de "tal vez" o "convenceme" o dedicar un espacio semanal solo para ellos, la sexualidad de la pareja podría convivir sin tensión con la sexualidad de la madre y el niño.

Es bueno saber que en un triángulo siempre hay un vértice que se queda mirando cómo se conectan los otros dos, pero la circulación energética es perfecta. Esa pareja, ahora padres, antes de ser un triángulo, era una línea, ahora una figura, con metros cuadrados propios, para sembrar y cosechar experiencias, vidas y evolución personal.

Ser un triángulo es aprender a vivir con otros, a dar y recibir desde la izquierda y desde la derecha, después se puede evolucionar en un cuadrado; ser un triángulo es pasar de la tierra al cielo y del cielo a la tierra, es, tal vez, la experiencia más transformadora y desafiante de estos días.


Asesoró: Violeta Vázquez, coordinadora de PanzayCrianza:
Escuela de Puericultura- Profesionales en Lactancia y Crianza

Parto y Lactancia Postparto y puerperio El papá y el parto