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Operación de garganta

Cuando los adultos de hoy eramos chicos estaba vigente una moda incuestionable: operarse de la garganta. Bastaba con tener tres o más anginas seguidas, para ser derivado al otorrinolaringólogo y planificar la cirugía. Afortunadamente hoy esto cambió.

Cuando los adultos de hoy eramos chicos, estaba vigente una moda incuestionable: operarse de la garganta. Bastaba con tener tres o más anginas seguidas para ser derivado al otorrinolaringólogo y planificar la cirugía de inmediato.

Afortunadamente hoy ésto cambió. Dentro del ámbito médico consideramos que son muy pocos y puntuales los casos que  realmente se  benefician al operarse.

Al hablar de los “problemas de la garganta”, nos referimos a tres situaciones diferentes:

1- el crecimiento de las amígdalas,

2- el de las adenoides y

3- la conjunción de las dos situaciones.

Ambas son formaciones de tejido con funciones similares a los ganglios linfáticos (los mismos que están en el cuello, axilas e ingles) y tienen bastante que ver con las defensas del organismo.

Las amígdalas son dos “bolas” que se ven a simple vista al abrir la boca y sacar la lengua. El tamaño varía con la edad, casi ausentes en el recién nacido, crecen a lo largo de los primeros años llegando al máximo alrededor de los 5-7 años, para luego ir achicándose hasta atrofiarse en casi todos los adultos.

Las adenoides, “vegetaciones” o “carnes crecidas”, no se ven a simple vista, se encuentran escondidas detrás de las fosas nasales. El desarrollo es similar al de las amígdalas según las diferentes edades, por eso es muy común que el problema se de en las dos.

Tener amígdalas/adenoides grandes, no representa un problema en si mismo. La cuestión es cuando dan síntomas que generan dificultades en los chicos. En el caso de las amígdalas muy crecidas pueden predisponer a anginas a repetición, dificultar en tragar pedacitos de comida de tamaño normal, hasta el caso de interferir en la respiración habitual. Las adenoides muy agrandadas suelen dar infecciones repetidas (adenoiditis), otitis recurrentes (ocluyen la ventilación interna del oído), mal aliento, respiración bucal ( al no poder utilizar la nariz que está tapada por detrás), olfato disminuido y alteraciones del sueño que impiden el descanso normal desde el simple hecho de roncar, hasta la posibilidad de tener apneas (pausas respiratorias).

Siempre decimos que la primer consulta debe realizarse con el pediatra, que conoce al chico como totalidad y en su evolución a través del tiempo.

Al realizar una evaluación de los síntomas  trata de constatar si impactan en la cotidaneidad y en el crecimiento global del paciente y decide si es necesario estudiarlo con exámenes complementarios (radiografías, filmarlo cuando duerme, polisomnografía, etc.) para luego definir  la interconsulta con el especialista.
 
Finalmente diremos que la cirugía de estos chicos es siempre beneficiosa. El tema es tener en cuenta el grado de mejoría que tendrá después de operarse y este punto debe ser considerado conjuntamente entre el pediatra de cabecera y el otorrinolaringólogo consultado.

Asesoró Pediatría Palermo y vacunatorio Inmunitas

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