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¿Qué es el parto natural?

¿Qué es exactamente un parto natural? ¿De qué se tratan el parto humanizado y el parto medicalizado? ¿En qué momento debo decidir el tipo de parto que quiero tener?

Un creciente número de mujeres cuestiona en la actualidad ciertos procedimientos durante la asistencia del parto y del nacimiento, e invocan el derecho a negarse a muchas de las prácticas de atención, por considerarlas que atentan contra la naturalidad del proceso del parto.

 

¿A qué se refieren exactamente cuando piden un parto natural?


Entre las coincidencias de las respuestas, se destaca el deseo de tener un parto vaginal, evitar la episiotomía, el goteo, la anestesia peridural y parir en una posición libremente elegida con rechazo a ser acostadas boca arriba con sus piernas sujetas a un estribo.

Son distintas las razones por las cuales una mujer accede al conocimiento de esas prácticas. Ya sea por relatos de otras mujeres que manifiestan su disconformidad con las prácticas establecidas o por haber atravesado ellas mismas una experiencia desagradable. Esto lleva a que se genere un sentimiento de rechazo a la hostilidad que perciben hacia estos procedimientos y a las instituciones médicas.

Este desagrado surge debido a estas prácticas o a historias que hacen referencia a resultados no deseados y que son sospechados de causa infundada (por ejemplo, el elevado número de operaciones cesáreas sin razones convincentes).

La falta de movilidad durante el parto, al estar imposibilitadas por las tubuladuras del goteo con oxitocina -hormona naturalmente producida en el organismo de la mujer por la glándula hipófisis, que se administra en forma sintética para intensificar las contracciones del útero- y los monitores permanentes de la frecuencia cardíaca del niño por nacer, más la anestesia peridural, las afecta profundamente a la hora de repensar una experiencia previa o al tener que decidir por la atención de una próxima.


Sin duda, también existe una enorme mayoría de mujeres que necesita exactamente lo contrario, y se sienten aliviadas cuando son conducidas a través de la experiencia del parto, precisamente con el goteo y la peridural, y no tienen la necesidad de su cuestionamiento, depositando enteramente en el médico las decisiones que se toman para controlar su evolución.

 

 

Diferencias entre parto humanizado y parto medicalizado 


Ambas opciones asistenciales —que llamaremos “parto medicalizado” y “parto y nacimiento humanizados”— reflejan esencialmente una diferencia de actitudes, comportamientos y pensamientos que mucho tienen que ver con la historia personal, familiar, social y cultural.

El parto medicalizado consiste en intervenir con procedimientos de inspiración médica sobre el transcurso fisiológico del proceso del parto: inducción intempestiva del comienzo del trabajo de parto, modificación de la contractilidad espontánea del útero con la colocación de un goteo con oxitocina, abolición del dolor con anestesia peridural, inmovilidad por la monitorización electrónica permanente de los latidos del bebé, ampliación quirúrgica del periné o episiotomía, posición acostada de la madre para facilitar precisamente la expulsión del niño en manos de sus asistentes y separación inmediata del recién nacido de su madre para realizar maniobras diagnósticas.

Por el contrario, el parto y el nacimiento humanizados consisten en reconocer a cada mujer como un sujeto autónomo y responsable para decidir sobre todas las instancias del cuidado en su atención. En estos casos existe un respeto por su intimidad y restricción absoluta de toda práctica médica conductista, salvo las imprescindibles; dado que existe evidencia médica probada que ante el uso indiscriminado de aquellas prácticas, aumentamos el riesgo para la salud y el bienestar del niño por nacer y de su madre

Entre las posiciones extremas de un parto totalmente medicalizado (sujeto a todas las indicaciones médico-obstétricas, de control y seguimiento en forma rutinaria), y aquel en donde se respetan absolutamente los tiempos de su evolución, tanto biológica como emocional, hay muchos matices. Y precisamente estos tienen que ver con las diferentes necesidades y deseos de cada mujer.

Momento de decisión


Cuando una mujer se inicia en el camino del conocimiento de lo que significa una practica asistencial humanizada para transcurrir su parto y el nacimiento de su hijo aspira esencialmente a un hecho que inclinará su decisión: encontrar una partera y un médico con los cuales pueda recrear un espacio donde se valore el tiempo disponible y generoso para la conversación y la escucha. Y así poder sentir la confianza en una relación que jerarquiza plenamente su mundo psíquico y emocional.

No se busca sólo la capacidad para resolver situaciones problemáticas, sino el respeto por la libertad, la autonomía, la intimidad y el protagonismo de cada mujer al momento de transitar la experiencia de parir y hacer nacer.

Un pensamiento reflexivo sobre cada una de las prácticas desde la perspectiva de evidencias científicas, sobrevendría en resaltar los aspectos humanísticos de respeto por la singularidad de cada mujer. Quienes desean abreviar la experiencia del parto con las rutinas disponibles manifiestan una intención por mejorar la calidad de esa experiencia en el orden individual. Pero lo que se torna improcedente es la decisión, la mayoría de las veces tomada en forma unilateral, de responder y aplicar procedimientos rutinarios sin indagar las marcas e impresiones que eventualmente producirían en las emociones y en el cuerpo de cada mujer. Es ella la que tiene el derecho de decidir si necesita una anestesia peridural porque no puede con el dolor, o si desea deambular libremente durante el parto o evitar una episiotomía.

También es desestimable pretender que el bienestar y felicidad futuros de un niño por nacer dependerán en exclusiva de las vicisitudes de esos momentos iniciales de la vida. Tal vez muy escasos acontecimientos de descuido así lo determinen.

El adecuado cuidado será para propiciar el mejor bienestar de la madre, y su estímulo para que decida responsablemente qué escenario elige para transitar su experiencia durante el parto, aceptando sus deseos y necesidades así como sus limitaciones.

Decidir el lugar del nacimiento (la casa o una institución); con quién estar acompañada durante todo el transcurso del proceso de parto y el nacimiento; cómo y de qué manera parir (acostada o en cuclillas o como quiera); sin goteo; con anestesia o sin ella, sin episiotomía; permanecer con el recién nacido en su regazo luego del parto, son prerrogativas que cada mujer puede decidir plenamente en todo embarazo de bajo riesgo. O puede aceptar las condiciones que determina el sistema de atención generalizado, porque son sus convicciones y deposita su confianza y su seguridad en ello.

Este es tal vez el mandato necesario: reconocerse finalmente en aquello que cada una desea y puede; y eso será lo adecuado si lleva a una decisión personal en la elección de un cuándo, cómo, con quién y de qué modo parir.

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