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¿Qué pasa cuando una mamá decide no amamantar?

La lactancia materna es un recurso maravilloso, un regalo que nos hacemos a nosotras y a nuestros hijos y que forma parte de ese universo increíble de la crianza pero ¿qué pasa cuando una mamá decide no amamantar?

Somos padres.

La situación parental nos ubica en una posición de privilegio, formando un nuevo individuo, maleable, complejo, una prolongación de nuestra vida que tendrá la suya propia pero que para crecer necesita todo de nosotros.

La lactancia materna es un recurso maravilloso, un regalo que nos hacemos a nosotras y a nuestros hijos y que forma parte de ese universo increíble de la crianza pero ¿qué pasa cuando una mamá decide no amamantar?

La sociedad en general tiende a culpabilizar a la mujer por casi todo: a una porque da la teta "demasiado" tiempo, a otra porque no le da, a una porque tiene a su hijo mucho a upa y lo "malcría", a otra porque nunca lo alza...

De una u otra forma nos dicen lo mismo, las mamás siempre tenemos la culpa.

¿La culpa de qué?

Sería bueno que en algún momento dejemos de responsabilizar socialmente a las mujeres por las decisiones que toman.

Respetarlas y apoyarlas en el período de crianza es una decisión sabia ya que las ayudaremos a construir un individuo sano, seguro y satisfecho (y todos sabemos las consecuencias posteriores de las insatisfacciones!).

La mamá que decide no amamantar podrá criar a sus hijos con el mismo amor y la misma dedicación que una que sí lo hace. Lo importante es que esa decisión esté tomada a partir del conocimiento y la información. Que una mujer sepa que no es lo mismo amamantar  que  alimentar con leches artificiales y actúe y decida entonces según su propio criterio y realidad.

Lo único importante es saber que todo aquello que hacemos por nuestros hijos está hecho desde lo mejor de cada una de nosotras.

Podremos equivocarnos, corregirnos, volvernos a equivocar, somos falibles, tenemos defectos que seguramente se pondrán en evidencia pero es importante saber que aquellas decisiones tomadas sobre alimentación, crianza, costumbres, sólo pueden estar basadas en nuestro propio convencimiento y en la firme creencia que estamos haciendo lo mejor que podemos en el lugar y en el momento en que estamos.

Todas las mujeres somos diferentes, todos nuestros hijos también lo son. En la diversidad está la riqueza del aprendizaje; lo realmente perdurable es ese vínculo, ese lazo que va a unirnos a nuestros hijos para toda la vida. Cada una de nosotras tendrá que encontrar el propio venciendo temores y flaquezas.

A veces nos parece que en la vida las cosas son blanco o negro, pero sabemos que los extremos no conducen a nada bueno.

Todos estamos aprendiendo, nadie nos enseña a ser padres y no hay manuales suficientes para tanta sabiduría. No hay recetas, no hay consejos, tal vez sólo sugerencias, tradición, ejemplos.

Las elecciones y decisiones que tomamos sobre ellos formarán los cimientos de sus futuras relaciones, serán  las raíces de su personalidad y esto nos compete como padres, sin juzgamientos, en libertad.

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