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Volver de las vacaciones

Muchos tuvimos la suerte de estar en paisajes distintos por un rato.Así volvimos a encontrarnos con nosotros, nuestra pareja y nuestros hijos con la perspectiva diferente que aportan los horizontes o las montañas.

Muchos tuvimos la suerte de estar en paisajes distintos por un rato.

La playa la montaña o el campo, nos recibieron con sus brazos prodigiosos y prósperos. Nos acunó el viento, y la lluvia nos acarició un ratito chiquito al menos, o un rato grande, si es que nos tomamos un descanso más parecido en días al verdaeramente merecido por nuestras almas...

Así volvimos a encontrarnos con nosotros,  nuestro cuerpo, nuestroa pareja, nuestros hijos con la perspectiva diferente que aportan los horizontes o las montañas,  viéndolos correr con algo más de distancia en medio, que la que se extiende entre nuestra puerta y la del ascensor...

Así pudimos ver que habíamos crecido, ellos y nosotros, que el tiempo había pasado, que nos gustaban cosas nuevas, y había cosas viejas que ya no nos gustaban tanto, que el viejo amor de verano tan ansiado en nuestra adolescencia y por qué no en la jueventud, se había visto mudado por el amor familiar y más profundo que nos da la suerte de ser padres, y la cercanía con el fruto de nuestra siembra, que es tan vital y maravilloso y perfecto como un ser humano en expansión, desarrollándose, tejiendo nuevos pensamientos, mostrando y descubriendo nuevas habilidades.

Ese viaje largo o corto que pudimos hacer, al menos en algún fin de semana, o que haremos si todavía está pendiente, nos suma energía y nos da una plácida sensación de fortaleza...

La vuelta a la cotidianeidad nos aplasta con su rumor de ciudad, y sus horarios,  y sus demandas.

¿Podríamos "robar" un poco de ese paisaje que nos hizo TAN felices al menos por algún instante, y vivir en  él cuando nos haga falta?

¿Nos animaremos a ser TAN inteligentes como para poder tomar de lo vivido lo que más nos nutrió, como una reserva inagotable de placer y de calma?

Si es que lo logramos, y que cuando los autos se nos tiran encima en la calle o nos tocan la bocina, sin tener en cuenta que no podemos avanzar porque el semáforo está en rojo...podemos evocar esos momentos, y respirar profundo, y no arruinar nuestra sangre para que siga siendo buena sangre...es porque hemos aprendido algo, porque verdaderamente estamos en camino de ser mejores con nosotros y con los demás.

Cuidemos nuestros reservorios de buena onda, sigamos llenándolos cuando nos sea posible, para echar mano a ellos cuando nos haga falta.

Niños Adolescentes Psicologia, educación y familia Psicología del niño y la familia