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Estrés: ¿quién es el culpable?

Con la cabeza “quemada” buscamos un culpable del estrés que tanto nos pesa: el trabajo, la casa, los estudios, la familia, etc. sin pensar por un segundo que la causa tal vez está más cerca de lo que imaginamos.

Envueltos en una vorágine de obligaciones, muchos adjudican sus corridas y su imposibilidad de parar a las demandas laborales, familiares y sociales en general. Lo cierto es que el ritmo que cada persona le imprime a estos distintos ámbitos y a su vida, está asociado a factores que dependen de sí misma y que por ende puede modificar, y a otros que la trascienden y que es difícil cambiar.

La pregunta del millón es por qué una persona cede tanto a las necesidades de su trabajo, familia y amigos, ¿por qué no puede decir que no?, ¿por qué se sobrecarga para cumplir con todo?, ¿por qué se pone objetivos que no puede llevar adelante a menos que resigne su integridad física y mental?.

Las respuestas suelen apuntar a un otro, que sobrecarga, exige y reclama y no a uno mismo que dice que sí aunque no quiera o no pueda. Esto se debe a que  resulta más sencillo echarle la culpa al afuera que aceptar las limitaciones propias. Salirse del lugar de víctima de la situación y tomar cartas en el asunto es muy difícil porque implica verse, crecer y reconocer los propios límites.

Siempre es mejor correr de acá para allá, aturdirse con las obligaciones, cumplir con todo y con todos, que preguntarse cuál es el sentido de esa rutina enloquecedora. Justamente una de las raíces de este comportamiento es el hecho de no registrar las limitaciones propias, y toparse con dificultad y enojo con las ajenas. Después, sobrevienen los síntomas, el cansancio que se impone, el malhumor, la irritabilidad, el desgano y finalmente el sin sentido y las ganas de querer dejar todo.

Es cierto que las vacaciones son un buen aliciente que por lo general se trasforma en un objetivo al que se avanza casi a ciegas, pero 15, 20, 30 días, no bastan si al volver las cosas serán iguales.

Explotar al máximo y más el cuerpo, la mente, los vínculos, la paciencia propia y la de los demás no es lo ideal en ningún sentido. Detenerse y pensar ordenadamente puede ayudar: “¿Cómo llegué a ese punto? ¿Qué pasó con los límites? ¿Hacia donde estoy yendo? ¿Tiene sentido todo este esfuerzo?”, son algunas de las preguntas que sirven para analizar los comportamientos propios, evaluar qué sentido se le da a la vida y a los que están cerca y para valorar los esfuerzos sin disfrazarlos de sacrificios y sin victimizarse, registrando los límites.

Aprender a decir No ante un ofrecimiento laboral, pedido familiar, etc. es fundamental, y no decirlo por vagancia o cobardía, sino por las razones antes mencionadas, porque decir “sí” implicaría una demanda por encima de los recursos que se tienen y un consecuente desgaste. Pero para hacerlo es necesario crecer, aprender a discernir entre lo que se quiere, se debe y se puede hacer.



Consejos para la reducir del estrés

 

  • Reconocer las fuentes del estrés
    Ambientales: clima, ruido, polución, zona en la que se vive, etc.
    Sociales: fechas límites, problemas económicos, discusiones pérdidas, duelos, etc.
    Psicológicos: crisis vitales, adolescencia, menopausia, enfermedades, problemas con la alimentación, con el sueño o la respuesta emocional o cualquiera de los estresores antes mencionados que pueden generar síntomas psicológicos como tensión muscular, ansiedad, etc.
  • Recordar que así como pensamos, sentimos y actuamos. Si nuestro pensamiento es catastrófico se activará una respuesta emocional de alerta.
  • Reconocer cómo reacciona el cuerpo a los estresores provocando tensión. 
  • Anticipar posibles estresores y enfrentarlos con calma.
  • Aprender ejercicios de respiración y relajación por grupos musculares para aliviar la tensión corporal.
  • La visualización es una técnica muy efectiva para manejar el estrés como también para aliviar dolores crónicos y la ansiedad.
  • Ocuparse en lugar de preocuparse.
  • Aprender a darse cuenta del enojo que generan las distintas situaciones para poder actuar racionalmente
  • Aprender a organizar correctamente el tiempo. Establecer objetivos y prioridades. “No dejes para mañana lo que podés hacer hoy”; todo lo que se deja pendiente estresa.
  • Comunicarse de manera efectiva. Expresar opiniones y sentimientos. Aprender a escuchar.
  • Hacer una dieta balanceada.
  • “Ejercicio es salud”; es importante comprometerse a hacer actividad física.
  • Usar el fin de semana para cambiar el ritmo. Dejarse siempre un momento para hacer contacto con la naturaleza, planificar un fin de semana con  pocas actividades pero placenteras.
  • No contestar que sí inmediatamente sin estar seguro de que vas a tener las energías y el tiempo para responder a lo que te están pidiendo. Un simple "dejame ver" también es válido.
  • Dejar todo lo que se pueda preparado la noche anterior (desayuno, luncheras, ropa, mochilas escolares, papeles para el trabajo). Esto ayudará a empezar el día sin apurones de último momento que generan estrés innecesario.
  • Despertarse 20 minutos antes de lo habitual; es más fácil reponerse de un rato menos de sueño que lidiar contra las complicaciones cotidianas (atascamientos de tránsito, olvidos o corridas porque los chicos tiraron la leche, etc.).
  • Hacer una cosa por vez, si se está hablando con alguien, tomarse tiempo para escucharlo, no atender inmediatamente el celular o el teléfono mientras se conversa con otros.
  • Rescatar en la vida la importancia del tiempo para el ocio, hoy en día tenemos miedo de sentir que no hacemos nada y olvidamos lo imprescindible que resulta parar... tener un momento con nosotros mismos, un rato de paz interior, un momento para conectarnos con los seres que amamos.
  • ¡No correr! pensar que las cosas más importantes de la vida son aquellas que nos pasan sin que podamos  controlarlas o agendarlas, simplemente pasan... (nos decepcionamos, hacemos amigos, nos enamoramos, somos padres, etc.) ¿Cuánto de lo que más valoras en tu vida lo planificaste?
  • Un buen baño, agua calentita y tiempo suficiente para el relax! Relajarse lleva tiempo, no se hace rápido! Hay que aprender a relajarse. Música tranquila, con sonidos de la naturaleza nos ayudan a bajar el ritmo acelerado del día. Mediante técnicas de respiración, relajación y visualización podemos recrear en la imaginación un espacio donde poder entregar cuerpo y alma. Crear un clima propicio para mimetizarse con esa música y adentrarse en ese paisaje mental para encontrar paz y tranquilidad que el mundo real no nos permite.
  • Intentar cambiar el ritmo y el clima interior antes de llegar a casa: para no intoxicar nuestro hogar con preocupaciones, problemas, ondas negativas del ámbito laboral. Para esto podemos tomarnos un rico café, ir al gimnasio, poner linda música, cualquier cosa que cada uno encuentre que le sirve para cambiar el tono, la energía.
  • Divertirse! Reírse mucho! Estar con amigos! Hacer el amor!



 
Fuente asesora: Lic. Patricia Gubbay de Hanono y Lic. Mirta Dall´Occhio
Directoras de Hémera
Centro de estudios del estrés y la ansiedad